1922 – 1924
EDIFICIO MATESANZ
La construcción de la Casa Comercial Palazuelo y el ambicioso proyecto que Antonio Palacios diseñó para la Puerta del Sol que nunca se llegó a materializar, constituido por edificios basados en la reelaboración de modelos clásicos y dotados de un sistema que los comunicaría mediante pasos elevados acristalados, llamó la atención de los empresarios Jacinto y Antolín Matesanz. En 1919 los Matesanz encargaron a Palacios el diseño de una casa comercial para alquilar espacios a tiendas, despachos y oficinas en el segundo tramo de la Gran Vía, que iba desde la Red de san Luis hasta Callao y cuyas obras estaban en pleno desarrollo. En 1918 los Matesanz habían adquirido un solar a la altura del que sería el número 47 de la Gran Vía. Como curiosidad, en estos terrenos se había asentado tiempo atrás la casa que Juan de Herrera había proyectado para el afamado artista Jacomo da Trezzo, conocido en España como Jacometrezo, que en el siglo XVI participó en las decoraciones del Monasterio de El Escorial.
En este segundo tramo de la Gran Vía apenas se construyeron viviendas, a diferencia del primero. Siguiendo esta corriente, los Matesanz que habían seguido de cerca la propuesta de Palacios para Demetrio Palazuelo, contactaron directamente con el arquitecto para llevar a cabo uno de esos edificios que rediseñarían la apariencia urbana de Madrid.
En la memoria del proyecto, Antonio Palacios apuntó como referente principal a los edificios de similares funciones de Norteamérica. El uso de las esquinas redondeadas, la presencia del cristal y el acero o los arcos peraltados demuestran el interés de Palacios en este tipo de arquitectura presente en Estados Unidos.
Antonio situó la calefacción, maquinarias y almacenes en el subsótano; el sótano albergaría dos grandes locales comerciales; seis plantas fueron diseñadas totalmente diáfanas para que pudieran ser adaptadas mediante mamparas u otro mobiliario a las necesidades de los arrendatarios; en los dos siguientes pisos creó catorce despachos con antesalas y aseos comunes; y los dos últimos pisos eran diáfanos.
Palacios planteó un interior muy sencillo y funcional, bien comunicado internamente a través de galerías que se convierten en balconadas conectadas con el vestíbulo central. Este es un patio de planta circoagonal—de forma rectangular rematada en sus extremos por semicírculos— en el que destaca una gran estructura metálica vertical que se extiende hasta la séptima planta. El espacio está cubierto por una vidriera a la que asoman los ascensores exentos, situados en los laterales. Al fondo se ubica una escalera imperial de planta ovalada. Este espacio es accesible también desde la calle de Tres Cruces, donde se aloja un montacargas.
Palacios fue consciente de la importancia que la fachada de esta construcción suponía para el gran proyecto de la Gran Vía. El inmueble perfilaría esta nueva e importante vía y, a la vez, debía dejar claro la función comercial del edificio. El arquitecto diseñó una fachada articulada en tres cuerpos. El primer cuerpo, bastante alto, comienza en la planta baja y alcanza el segundo entresuelo. Presenta unas pilastras en granito rematadas con ménsulas colosales con triglifos que sostienen un balcón corrido situado en la primera planta que recorre la fachada que da a la Gran Vía y también las de la calle de la Salud y la de calle Tres Cruces. De esta balconada arrancan pilastras jónicas de orden gigante, que abarcan los tres siguientes pisos y que sostienen arcos peraltados ya en el cuarto piso. Entre las pilastras asoman miradores de acero y cristal.
El último tramo del edificio se asienta sobre un nuevo balcón corrido que acoge las dos últimas plantas que aparecen retranqueadas. En la última de ellas, se sitúan dos torreones monumentales.
Los detalles decorativos de la fachada, como la cerámica con relieve de color metálico en los capiteles o el trencadís dorado en los arcos superiores, aportan modernidad al edificio. La sencillez de su interior, las líneas curvas y el uso del acero y el cristal conferían al proyecto un monumental atractivo, digno de su ubicación.
Aunque Palacios proyectó este inmueble en 1919, tuvo que rectificar algunos detalles por no cumplir las ordenanzas municipales. El proyecto definitivo se aprobó en 1921 y, aunque en 1923 las obras estaban concluidas, hubo que acometer una pequeña reforma para, de nuevo, cumplir con la normativa municipal, esta vez respecto a la ventilación. El edificio se puso en marcha definitivamente en noviembre de 1924.
Los espacios dedicados a comercios, han sufrido varias reformas a lo largo del tiempo que han desvirtuado el proyecto original de Palacios.